LA TRANSFORMACIÓN EN ACTO DE LA TEOLOGÍA MORAL CATÓLICA

EL INICIO

Intervención n. 3

Stefano Fontana

 

El problema del inicio consiste en aclarar en qué se basa una disciplina, cuál es su principio, dónde tiene inicio. Es el problema fundamental dado que “un pequeño error al inicio es grande en la conclusión”[1]. En el inicio debe estar también el principio, es decir, la justificación última del inicio. El inicio, en sí mismo, es solo un hecho concreto: se ha iniciado un recorrido. El problema del inicio consiste en preguntarse qué es el principio del inicio, es decir, qué funda, explica y legitima ese inicio. Cada disciplina tiene que ver con este problema.

El problema del inicio se plantea de manera distinta para la filosofía y para las otras disciplinas, entre ellas la teología. Solo la filosofía —y en especial la metafísica— es capaz de fundarse a sí misma; todas las otras, incluida la teología, parten de supuestos que no son capaces de demostrar permaneciendo dentro de su ámbito. Para la teología este supuesto consiste en la fe en la revelación de Dios.

La teología moral tiene, por tanto, dos fuentes y dos inicios. El primero es el dogma en sus contenidos y exigencias morales. Las verdades reveladas y fijadas por la Iglesia en el depósito de la fe contienen también prescripciones morales tanto de tipo natural como sobrenatural, preceptos y consejos[2]. Además de los preceptos y consejos específicos, el dogma católico contiene también exigencias formales y epistémicas de lógica de la moral, por lo que no se le adapta cualquier tipo de moral filosófica, sino solo la que corresponde a la recta razón práctica, a la lógica de la moral natural. El dogma católico no permite un pluralismo de visiones éticas.

El segundo principio de la teología moral es la ética natural, el uso de la razón práctica en su justa relación con la razón teórica[3]. Este inicio es autónomo del otro, dado que la razón natural tiene una autonomía adecuada a su nivel específico, y puesto que la filosofía es un saber capaz de fundarse a sí mismo demostrando la verdad de su propio inicio. Sin embargo, no está desvinculado puesto que hace referencia a Dios mismo, Creador y Salvador.

Los dos inicios son complementarios y se aclaran mutuamente. La moral natural se encuentra a sí misma y sus conclusiones naturales cuando examina, convirtiendo en teología moral, las exigencias reveladas del dogma. Estas últimas encuentran confirmación humana en sus indicaciones éticas y, al mismo tiempo, fortalecen la razón natural, consolidando y elevando los resultados. Se trata, por tanto, de complementariedad, pero según una última prioridad de la revelación sobre la moral natural. Esto es evidente por dos observaciones. La primera es que la revelación también ha enseñado las leyes de la moral natural, considerando que la sola razón natural puede tener incertidumbres respecto a las mismas[4]. La segunda es que la naturaleza humana está debilitada por el pecado, y sin la ayuda purificadora y elevadora de la gracia de la revelación corre el riesgo de perderse.

Las ciencias humanas no pueden constituir ningún indicio para la teología moral puesto que no son normativas, sino descriptivas. Esas pueden ser de ayuda (no esencial) a continuación, pero no constituyen ninguna fuente de legitimación o fundamento en el momento del inicio. La moral no puede nacer del comportamiento registrado por las ciencias sociales puesto que ella guía el comportamiento y no depende de ellas. Si lo guía, ella debe estar ya antes e independientemente del comportamiento.

No puede ser inicio tampoco un saber científico en general, porque la ciencia es un saber hipotético-deductivo y, por ende, ni absoluto ni universal. No es absoluto porque sus conclusiones dependen de la hipótesis de partida asumida; no es universal porque sus conclusiones valen solo en el ámbito sectorial delimitado por la hipótesis asumida. La moral no pertenece a la ciencia, sino a la filosofía y la teología.

No puede ser inicio tampoco la situación existencial o histórica en la que se encuentra el sujeto moral. Ni tampoco una filosofía ni una teología narrativas. Las situaciones existenciales son, de hecho, variables, pero la ética quiere encontrar normas de comportamiento válidas semper et ad semper, en cualquier tiempo y circunstancia y para todos.

El inicio filosófico puede ser dado por la conciencia pensante (el yo pienso) y tendremos una moral racionalista, o bien por el conocimiento del orden finalista del ser y tendremos una moral realista. El primer tipo de moral permanece, pero es infundada puesto que es planteada meramente por el sujeto a través de un acto de voluntad propio e independiente de cualquier supuesto y, por tanto, arbitrario. Lo que se plantea sin razones no se puede considerar que tiene fundamento. La moral resulta, por tanto, basada solo en la conciencia del orden finalista del ser. Se dice orden “finalista” y no solo orden porque es el fin el que da sentido al orden; podría haber un orden sin un fin, pero en este caso estaría carente de sentido, como en el orden determinista que, de hecho, no puede fundar ninguna moral.

Esto quiere decir que el inicio de la moral es el conocimiento de un mundo de esencias, la moral es “esencialista”[5]. El fundamento de los criterios para el bien y el mal es el conocimiento de la esencia finalista de la cosas sobre la que se funda el jusnaturalismo realista. La prioridad de la esencia es propia de la filosofía clásica y cristiana; lo contrario es fruto de la modernidad.

La transformación en acto de la teologia moral católica ya no acepta este planteamiento ni en conjunto ni en sus aspectos particulares. El rechazo de la metafísica no puede sino historizar la moral. El conocimiento de las esencias está considerado como abstracto y rígido e incapaz de valorizar, a no ser en sentido aplicativo, la situación de vida en la que el sujeto agente debe actuar. Se piensa, además, que dicha situación de vida es conocida por las ciencias humanas que, de este modo, se convierten impropiamente en constitutivas del inicio. Partiendo de la situación (variable) se debe sostener que la norma moral siempre es conocida también a través de la conciencia subjetiva y, por tanto, en parte siempre es “planteada” y no solo “encontrada”. La conciencia es, por tanto, también fundante de la moral y no solo aflictiva. Por consiguiente, una suerte de racionalismo está siempre presente en la nueva teología moral. Por todos estos motivos la normal moral está sujeta al cambio y a la evolución en el tiempo.

La nueva teología moral católica se opone, por tanto, claramente al cuadro de la teología moral clásica y cristiana. Benedicto XVI, entre los motivos del “colapso de la teología moral”, indica el abandono del jusnaturalismo[6] y la reducción de la moral a moral bíblica. Abandonar el jusnaturalismo significa abandonar la metafísica y rechazar una ética esencialista, sustituida por una existencialista.

Stefano Fontana

 

LA TRANSFORMACIÓN EN ACTO DE LA TEOLOGÍA MORAL CATÓLICA. LAS PRUEBAS Intervención n. 2

Leer aqui

LA TRANSFORMACIÓN EN ACTO DE LA TEOLOGÍA MORAL CATÓLICA

Intervención n. 1

Leer aqui

 

[1] Tommaso D’Aquino, L’ente e l’essenza, in Opuscoli filosofici, Città Nuova, Roma 1989, p. 39.

[2] Cfr. M. Konrad, Precetti e consigli. Studi sull’etica di San Tommaso d’Aquino a confronto con Lutero e Kant, Lateran University Press, Città del Vaticano 2005.

[3] Cfr. J. Pieper, La realtà e il bene, Morcelliana, Brescia 2011.

[4] Cfr. S. Cecotti, La teologia della legge antica e della legge nuova, en AA.VV., Il senso della legge e le leggi senza senso, (edición de S. Fontana), Fede & Cultura, Verona 2019, pp. 39-72.

[5] S. Th., I-II, q. 18, a. 5, ad. 1 – bien es ser según naturaleza; mal, contra naturaleza.

[6] Questo nella Nota del papa Emerito sulla Chiesa e gli abusi sessuali di aprile 2019. Cfr. anche S. M. Lanzetta, Un  collasso della teologia morale  alla radice della crisi, “Fides Catholica” , XVI (2019) 1, pp. 5-16.

Print Friendly, PDF & Email
Stefano Fontana
+ posts

Direttore dell'Osservatorio Card. Van Thuận