Intervención n. 1

En la teología moral católica se ha puesto en marcha un cambio total de perspectiva y estructura. La Doctrina social de la Iglesia forma parte de la teología moral, como ha enseñado Juan Pablo II [1] y, por tanto, es fundamental aclarar en qué contexto se inserta. Por este motivo, he pensado publicar una serie de intervenciones sobre este tema: la reforma (o revolución) en acto de la teología moral. Podría también ser el caso de que el nuevo marco de la teología moral fuera tal que impidiera la existencia de la Doctrina social de la Iglesia o exigiera la superación de la misma. Si así fuera, se crearía un cortocircuito más bien preocupante: el marco que debería dar sentido a la Doctrina social la sofocaría impidiendo su vida. Giuseppe Angelini ya lo ha dicho en un breve capítulo de un artículo que ha escrito dedicado a Pablo VI y que lleva el significativo título de: Oltre la Dottrina sociale della Chiesa [Más allá de la Doctrina social de la Iglesia] [2]. En él, observa cómo Pablo VI «acoge el rechazo fundamental de la noción firme de Doctrina social de la Iglesia decretado por el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes. En 1971, en el 80 aniversario de la Rerum novarum, Pablo VI honra esta fecha celebrándola con una carta apostólica, la Octogesima adveniens, que corrige la firme concepción doctrinal de la Doctrina social de la Iglesia, sustituyéndola con una descripción, podríamos decir, débil». [3] Se trata de una visión más bien difundida de la (escasa) consideración que Pablo VI tuvo hacia la Doctrina social de la Iglesia, más bien simplista si se formula así y no se tienen en cuenta, por ejemplo, las otras encíclicas de Pablo VI, como la Populorum progressio, o la interpretación que dio de esta problemática la Caritas in veritate de Benedicto XVI [4]. Está claro, de todos modos, que Angelini expresa claramente una versión, hoy dominante, en teología moral: el encuentro con la concepción moderna de la conciencia hace que la Doctrina social de la Iglesia -tal como la hemos conocido hasta Benedicto XVI- sea obsoleta, y por lo tanto, sea obligado superarla. Pablo VI se quedaría solo a mitad de camino: por un lado acoge la concepción moderna de la conciencia y, por el otro, la acoge solo con reserva. Por consiguiente, él optaría por una Doctrina social de la Iglesia “débil” en lugar de “fuerte”, pero no se lanzaría hacia la superación de la misma, que es, según Angelini, lo que hay que hacer hoy en día.

He citado esta intervención del conocido moralista de la Facultad Teológica de Milán como ejemplo de cambio: si la teología moral cambia, también debe cambiar la Doctrina social de la Iglesia, hasta el punto de extinguirse o de ser superada, que es el mismo concepto pero expresado de forma hegeliana. Al discurso se le puede incluso dar la vuelta. Si se quiere mantener firme la Doctrina social de la Iglesia tal como fue implantada, es necesario oponerse a los cambios en acto en teología moral o valorarlos desde un punto de vista crítico y no como signos de los tiempos. Naturalmente, la voluntad de mantener la Doctrina social de la Iglesia tal como es nace de la convicción de que el marco de la teología moral en el que ella se ha insertado hasta ahora es válido desde el punto de vista de la recta razón y correcto desde el punto de vista de la fe en la revelación.

Es evidente que, de esta manera, surge de nuevo la habitual e importante cuestión de la relación de la Iglesia con la modernidad. No es casualidad que Giuseppe Angelini hable del Vaticano II como momento de cambio en la comprensión de la Doctrina social de la Iglesia. De hecho, él sostiene que «el evidente debilitamiento de la noción de doctrina social refleja dos circunstancias a la vez: la aceleración dada al ministerio pastoral por parte del Vaticano II y la particular sensibilidad de Pablo VI» [5]. Ambos elementos tienen que ver con la modernidad, dado que la prioridad que el Vaticano II da a la pastoral respecto a la doctrina fue puesta en marcha en vista del diálogo con el hombre contemporáneo, entendido como diálogo con el pensamiento moderno, por lo que la sensibilidad de Pablo VI es, en este punto, celebrada porque está en sintonía con dichas exigencias, sobre todo las que atañen al tema de la conciencia.

El cambio de la configuración de la teología moral católica ha encontrado en la Exhortación apostólica Amoris laetitia su manifiesto y, a la vez, su convalidación. Gran parte del aparato académico institucional de la Iglesia ha dicho que después de Amoris laetitia hay que meter mano a todo la estructura no solo de la moral matrimonial o sexual, sino del conjunto de la teología moral. Por lo demás, los cinco dubia de los cardenales tenían que ver precisamente con esto y no con aspectos particulares de la moral católica. Lo que los cuatro cardenales le pedían al papa era que dijera si la teología moral fijada y enseñada era aún válida o no.

Mi intención es iniciar, con esta intervención, una serie de reflexiones y análisis sobre los cambios en acto de la teología moral, para verificar si son compatibles o no con la Doctrina social de la Iglesia, si exigen realmente que esta sea “superada” o si deben ser ellos los que hay que superar.

Stefano Fontana

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Direttore dell'Osservatorio Card. Van Thuận