“El apostolado en el medio social –enseña el Concilio Vaticano II–, es decir, el esfuerzo por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes, y las estructuras de la comunidad en que uno vive, hasta tal punto es deber y carga de los laicos, que nunca lo pueden realizar convenientemente otros” (Apostolicam actuositatem, 18 de noviembre de 1965, 13).

La cita viene a cuento dado que la Corporación de Abogados Católicos, junto a la Fundación Emilio Komar, Ars Iuris (Centro Universitario), la Academia del Plata y Cruz del Sur, fue la co-organizadora del ciclo de conferencias Grandes católicos argentinos contemporáneos que, a su vez, contó con el apoyo de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina (UCA), la Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta), la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (Acde) y el Colegio San Pablo (Buenos Aires).

El detalle de las conferencias y de los expositores fue el siguiente: Emilio Komar (31 de agosto, Dr. Héctor Delbosco y Dra. Marisa Mosto); Santiago de Estrada (21 de septiembre; Dr. Alberto Solanet y Dr. José Luis Rinaldi); Carlos Moyano Llerena (6 de octubre, Dr. Ludovico Videla y Lic. Carlos Moyano Walker); Juan Rafael Llerena Amadeo (20 de octubre, Dr. Fermín García Marcos y Dr. Eduardo Ventura); Enrique Shaw (16 de noviembre, Mons. Santiago Olivera y Lic. Fernán de Elizalde) y Carlos Alberto Sacheri (Dr. Ricardo von Büren, Dr. Enrique Rómulo Morad y Lic. Fernando de Estrada).

Me detendré, en esta nota, sobre la actualidad del testimonio de Carlos Alberto Sacheri para la Argentina. Respecto de las palabras de Ricardo von Büren, Enrique Rómulo Morad y Fernando de Estrada, remito a la filmación correspondiente (aquí). Muchas de las cosas que escribiré empalman, justamente, con los dichos de estos expositores. Agrego, además, que fueron muy importantes las intervenciones del Dr. Pedro Andereggen, actual presidente de la Corporación de Abogados Católicos (Argentina) y del licenciado Fernán de Elizalde, administrador general de la causa de beatificación del venerable Enrique Shaw.

En primer lugar, me importa recordar la centralidad que tiene el reinado social de Cristo en la vida y la obra de Carlos Alberto Sacheri. Es notable, en este sentido, un texto de “Naturaleza humana y relativismo cultural”. A propósito de la necesidad de la restauración de la civilización según el orden natural y cristiano, Sacheri sostiene que ella “debe poner en acción, de manera ordenada y simultánea, todos los medios naturales y sobrenaturales”. Y agrega: “Será, pues, necesario proceder a una renovación intelectual y moral, muchas veces organizada al margen de las instituciones existentes sometidas a las consignas revolucionarias. La restauración tendrá, por finalidad primera –según la bella fórmula de Étienne Gilson–, formar «una inteligencia al servicio de Cristo Rey», por un retorno a las fuentes permanentes de los filósofos griegos y cristianos, en particular a S. Tomás [de Aquino], (como lo ha recomendado formalmente en dos documentos distintos el II Concilio Vaticano), y por un estudio y una acción realizadas a la luz de la doctrina social de la Iglesia, doctrina práctica, guía de la acción de los responsables sociales y políticos en todos los niveles y en todas las actividades del cuerpo social” (en Universitas, N° 17 (1970), p. 67).

Por cierto, en la obra de Carlos Alberto Sacheri, también se encuentran los otros fines de la Doctrina Social de la Iglesia. Si tenemos en cuenta la explicación de Ricardo Von Büren en La Doctrina Social de la Iglesia y la pluralidad de sus fines (Tucumán, UNSTA, 2013), la instauración en Cristo del orden temporal se trata del finis qui (qué) y se ubica en el plano cristológico; la edificación de la Civilización Cristiana –o sus términos equivalentes– se trata del finis quo (cómo) y se ubica en el plano eclesiológico y su proyección político-cultural y, finalmente, la promoción integral de la persona humana se trata del finis cui (para quién) y se ubica en el plano antropológico (p. 133).

Me detengo, en esta nota, sobre el reinado social de Cristo. Respecto de la edificación de la Civilización Cristiana, además del artículo citado arriba, se encuentra este fin en numerosos trabajos (aquí y aquí escribí sobre el asunto para la web del Observatorio). Respecto de la promoción integral de la persona humana, me parece, salvo mejor opinión, que mucho de esto se encuentra en El orden natural.

En segundo lugar, me interesa señalar la necesidad de la complementariedad de las obras para la restauración, en Cristo, de la Civilización Cristiana en la vida y la obra de Carlos Alberto Sacheri. Este tema está muy claramente ilustrado en un trabajo de Adalberto Zelmar Barbosa titulado “Sacheri y la complementariedad de las obras” (Prudentia iuris, 38 (agosto de 1995), p. 23-28). Allí, su amigo y retratista señala que, en orden a la tentación del clericalismo, Sacheri “reclamó el restablecimiento del poder temporal del laicado cristiano”. En cuanto a la tentación socialista, Sacheri “difundió el Magisterio Social de la Iglesia, de cuyo verdadero alcance su libro El orden natural constituye un esclarecido compendio”. En cuanto a lo referente a la metodología de la acción, Sacheri “la iluminó con el juicio prudencial y enseñó a descubrir la necesaria complementariedad de las obras” (p. 25). Y todavía más específicamente, Barbosa puntualiza: la propuesta de Sacheri “que abrevó en las lúcidas enseñanzas de Jean Ousset, fue la de concertar la acción a partir de la complementariedad de aquellas obras que ‘contribuyeran dentro de sus límites y métodos propios, a la instauración de un orden económico, social, político y cultural, respetuoso del derecho natural y cristiano’. Allí estaba consignada toda su amplitud y allí también estaban señalados los límites del disenso. Compartir lo esencial aunque se difiera en el modo” (p. 25). La acción concertadora de Sacheri se cumplió fundamentalmente en dos niveles. “En primer término la asistencia individual, mediante la formación de dirigentes sociales o el consejo ponderado a los animadores o líderes naturales de los distintos segmentos de la sociedad”. “La visión concertadora de Carlos [Sacheri] tenía también un segundo término. El del aporte doctrinal y estratégico no ya de líderes o personas aisladas, sino a grupos o asociaciones diversas, de diferentes objetivos y con estructuras y métodos particulares. Esta era la etapa de la complementariedad propiamente dicha”.

¿Por qué, entonces, resulta actual la vida y la obra de Carlos Alberto Sacheri para la Argentina?

Brevemente diré que, ante la realidad de una Argentina que ha dejado de ser católica –no guste o no, es otro problema–, de lo que se trata es de restablecer la vida social –incluida la política– en Cristo (ver aquí). Bastaría repasar “el pensamiento y las costumbres, las leyes, y las estructuras” sociales de mi Patria para advertir que sostienen un mito los que afirman la existencia del “mito de la Nación Católica”. Antes que detenernos en un mera y exclusiva consideración sociológica de la descatolización de la Argentina, tanto clérigos como laicos deberíamos examinar nuestra conciencia respecto de esta lamentable realidad. No valen, tampoco en este asunto, los lugares comunes del laicosanitarismo insípido que desnaturaliza la auténtica doctrina de Pío XII cuando apunta la sana legítima laicidad como uno de los principios de la doctrina católica (ver aquí). La Argentina ha dejado de ser católica, se trata de algo malo y no debemos conformarnos con el pensamiento pusilánime al decir que “es mejor así en un contexto de pluralismo religioso” y un largo etcétera contrario a la auténtica Tradición de la Iglesia. Si cabe la expresión, en la vida y obra de Carlos Alberto Sacheri, fue algo innegociable la prédica del reinado social de Cristo.

Este carácter innegociable de la prédica del reinado social de Cristo era, como vimos, complementario con la concertación de las obras tanto individuales como asociadas. En este sentido, y como lo repetía con frecuencia Sacheri y también lo recuerda Barbosa, más de una iniciativa para el restablecimiento de la vida política argentina según el orden natural y cristiano ha naufragado por falta de caridad y por apegarse a las propias ideas y proyectos perdiendo de vista el bien común. La búsqueda de los propios intereses y la justificación de las propias fragilidades suelen obrar en contra de la caridad fraterna y, también a veces, termina por nublar el juicio.

No queda sino concluir que la vida y la obra de Carlos Alberto Sacheri, coronada por la muerte martirial el 22 de diciembre de 1974, es un faro seguro para que, en particular, los argentinos podamos restablecer la paz social de acuerdo al derecho natural y cristiano. ¡Cuánto bien haría que la Iglesia lo propusiera como ejemplo en el ejercicio heroico de las virtudes cristianas y humanas!

Germán Masserdotti

@GermanMasser

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Germán Masserdotti

Membro del Collegio degli Autori