El Papa Francisco, por todo cuanto expresa, encuentra en la “Teología del Pueblo” su principal fuente de inspiración. En este sentido, nos parece importante, en estas breves líneas, exponer a grandes rasgos en qué consiste esta teología.

La denominación

Uno de los mentores de la “Teología del Pueblo”, el jesuita Juan Carlos Scannone, señala que fue J. L. Segundo quien calificó a esta línea teológica de este modo. El propósito era distinguirla de otras teologías de la liberación (J. C. Scannone, “La teología de la liberación. Caracterización, corrientes, etapas”, Stromata 38, 1982, 26).

La nueva “teología”

La “Teología del Pueblo” tiene como presupuesto filosófico la negación de la intuición intelectual. La inteligencia del hombre no puede aprehender el ser y sus leyes universales. Solo es capaz, en un acto segundo, de conceptualizar lo vivido por los hombres de un pueblo determinado. Consecuentemente, se ocupará de considerar el modo de ser de un hombre concreto en relación a sus formas de objetivación y afirmación históricas.

Este presupuesto filosófico permite establecer que el punto de partida de la filosofía latinoamericana es el “nosotros estamos”. Y este “nosotros estamos”, este pueblo en especial, expresa sus vivencias a través de los símbolos.

El locus teológico ya no será revelación contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición. A partir de ahora será en el símbolo donde el teólogo del pueblo ausculte el sentido de Dios y de la existencia humana.

Se considera que el símbolo transmite la sabiduría de un pueblo en toda su riqueza. ¿Por qué ya no cuentan la visión de la Verdad (teoría) o la audición de la palabra de Dios (“Habla, Señor, que tu siervo escucha.” 1 Sam. 3, 9)? Porque esa “revelación” judeo-cristiana fue la expresión simbólica de la vida de los judíos y de los primeros cristianos. Por lo tanto, fue válida solo para ellos.

¿Por qué el “estar” en lugar del “ser”?

El reemplazo del ser por el estar no es casual. En efecto, el estar permite expresar de mejor modo la realidad circunstancial y transitoria, en especial la de la situacionalidad del ‘ahí’.

No queda lugar para nada que permanezca, sino solo para lo cambiante, lo transitorio, lo histórico. Todo deviene y se transforma, nada es fijo. Ya el ser no es pensado en el tiempo, como lo hiciera la metafísica clásica, sino como tiempo.

La filosofía convertida en ideología

La filosofía, privada de la búsqueda de la verdad del ser, se ocupará de la articulación conceptual del conocimiento simbólico del pueblo. La sabiduría popular, radicada en el pobre, otorga a la filosofía tanto su punto de partida, como su contenido y su finalidad. Su punto de partida: le da qué pensar. Su contenido: el conocimiento simbólico que debe articular. Su finalidad: un conocimiento teórico al servicio de la causa de los pobres. (Ver al respecto nuestro artículo “Teología del pueblo: ¿teología o ideología?” En Anales de Teología, 19.2 (2017), 221-249, Concepción, Chile). La filosofía se ha convertido en ideología: instrumento al servicio de la emancipación de los pueblos.

¿Y Dios?

De Dios nada podemos decir porque permanece oculto. Dios es lo totalmente Otro. En consecuencia, nada puede haber de común entre Él y la experiencia del hombre que surge de un nosotros, histórico y concreto.

Y si no existe elemento alguno que sea común entre el abismo propio del Dios escondido y el nosotros, ¿cómo hilvanar un decir acerca de ese Principio-Nada?

Un discurso directo acerca de Dios resulta imposible. Cuando el teólogo pretende referirse a Dios, en realidad está hablando de la experiencia que cada pueblo tiene de ese Abismo insondable y absolutamente desconocido.

Dos conclusiones

Podrían sacarse muchas conclusiones. Solo refiero dos.

  1. La teología, tanto natural como sobrenatural, han caído en desuso. Y esto por dos razones: entre el Principio de todo lo que es –lo totalmente Otro– y el pueblo, no existe nada en común. En consecuencia, todo decirfundado en la semejanza no tiene asidero. El hablar del hombre va a ser siempre auto-referencial: solo puede hacerlo desde y en función de su acotada experiencia.
  • La Iglesia católica debiera cambiar el adjetivo que la modifica. En función de los presupuestos apuntados, no resulta posible la existencia de una religión que sea universalen tanto fundada en la existencia de una Verdad revelada. La unidad de la nueva religión no podrá ser sino mínima: el reconocimiento de un Dios universal (los distintos sentires de los pueblos que convienen en su existencia) y la hermandad entre todos los hombres.

La subiduría de los medievales. La filosofía cristiana de san Pablo a Guillermo de Ockham. Prólogo a la edición española.

Carlos Daniel Lasa

By admin NOTICIAS DSI

 

 

 

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Investigador Independiente de CONICET